sábado, 14 de julio de 2012

LA EUCARISTÍA COMO CULMEN DE LA HISTORIA DE LA SALVACIÓN

1. Contenido de la Eucaristía según las narraciones de la institución

1. 1      En San Pablo

            Unos veinte años después de la muerte de Jesús, hacia el año 56, Pablo habla en 1 Co 11,23-26 de una celebración eucarística con carácter sacrificial, en la que se hacen presentes el cuerpo y la sangre de Cristo[1]. La “Cena”, acto insignificante de la vida de Jesús, ha sido convertida por Pablo en un misterio de culto con carácter sacramental y sacrificial que hace presente, de manera verdaderamente real a Jesús y conmemora[2] su muerte.

            En la comunidad palestinense se celebraba la fracción, en la que se creía estar presente Jesús y se esperaba su retorno; ella se relacionaba con las comidas ordinarias con Jesús durante su vida. La Eucaristía de Pablo en cambio se relacionaba con la “última cena”, convite de despedida, cuando Jesús dio a su muerte el sentido de una muerte sacrificial. Pablo conservó en la Eucaristía el carácter de conmemoración del sacrificio de Jesús e introdujo la idea de una presencia real y una comunión con él por parte de los fieles.

            En 1 Co 11,17-21, Pablo alude ya a la Eucaristía con fines pastorales con el fin de corregir ciertos abusos que había en su celebración y destaca sobre todo la comunión del cuerpo de Cristo como fuente de unidad también con el hermano ya que quien no comulga con el hermano no comulga con Cristo dignamente. El sacrilegio eucarístico reside fundamentalmente en la dicotomía entre vida comunitaria y la comunión eucarística. El cristiano que permanece indiferente ante el hambre de sus hermanos comete un pecado que le hace indigno de participar en la mesa eucarística. La Eucaristía es el sacramento de la caridad que une a los cristianos entre sí y contiene a Cristo mismo que es uno en todos ellos, que se incorpora a todos y se identifica con todos y los hace así una sola cosa consigo y entre ellos[3].

            La Eucaristía debe ser la expresión real de la fraternidad. La división de clases sociales es según San Pablo un pecado contra el cuerpo y la sangre de Cristo[4].

            En 1 Co 11, 27, las palabras “reo contra el cuerpo y la sangre del Señor”, muestran que Pablo entendía en sentido real las palabras de Jesús sobre el pan y el vino[5]. Los versículos 28-29 afirman también la presencia real. El cuerpo que el cristiano indigno no discierne no es el cuerpo de la Iglesia de la que el fiel no sabría reconocer los derechos y la dignidad en el pan que la representa, sino el cuerpo del Señor, del que se habla en el versículo 27.

            En San Pablo aparece en el v. 26 “anunciáis la muerte del Señor hasta que Él venga”. Quiere decir que la Eucaristía es como una prenda de la vuelta de Jesús y prepara a los cristianos cuando celebran la cena. Su convite era una promesa del banquete escatológico.

1. 2      En los evangelios sinópticos[6]

            En el Nuevo Testamento, además de 1 Co 11, 23-26 hay otros relatos de fundamental importancia sobre la institución eucarística[7].

            Estos relatos coinciden en lo principal y tienen idéntica estructura, sin embargo forman dos grupos distintos: 1º) Mt+Mc cuya coincidencia es tan marcada, que hace pensar en una dependencia literaria (de Mt respecto de Mc); 2º) 1 Co+Lc, que coinciden menos, al parecer, porque Lucas está también influido por Marcos.

            El primer grupo pudiera designarse como la tradición palestinense, que Pedro llevó a Roma, y el segundo como la étnico cristiana, que Pablo propagó en sus viajes de misión.

            La diferencia principal entre los dos grupos está en las palabras de Jesús: “Haced esto en memoria mía”, que faltan en Mateo y Marcos y son, en cambio transmitidas dos veces en Pablo y una en Lucas.

            No existe dependencia literaria inmediata entre estas dos fuentes, sus coincidencias se explican por el origen común. Se trata en ambos casos de fórmulas tomadas de la tradición litúrgica y describen la última cena de jesús a la luz de su celebración por la Iglesia primitiva. Esto se deduce del análisis de sus textos reducidos solo a lo esencial; además de que Pablo habla expresamente de la tradición.
            La cena del Señor, en la tradición litúrgica se redujo a lo esencial, se reservaron las palabras y ritos esenciales prescindiendo de lo demás, llegando hasta nosotros los mismos ritos y palabras con que la Eucaristía se celebraba en las comunidades cristianas primitivas. La de Jerusalén Marcos y Mateo y la de Antioquía Pablo y Lucas.

            La ausencia del mandato: “Haced esto en memoria mía” en Marcos y Mateo se explica porque el mandato entraba enteramente en el sentido de “fiesta pascual” que se conmemora con la celebración eucarística, ya que Jesucristo instituyó la Eucaristía dentro del marco de la fiesta de la pascua que conmemora la alianza sinaítica y la liberación de Egipto.

            En Lucas y Pablo Jesús ordena: “Haced esto en memoria mía”. No se trata de un simple recuerdo, sino de la renovación de una acción sagrada, mediante la cual el sacrificio de Jesús siempre vivo se hace actual bajo las especies del pan y del vino. Por eso la Eucaristía es actualización de un suceso pasado -muerte y resurrección de Jesucristo- y por su proyección al futuro es anticipación del banquete mesiánico; así lo expresa Pablo: “hasta que vuelva”, y los sinópticos, con a alusión al vino que de nuevo gustará en el Reino de su Padre.

1. 2      En San Juan[8]

            San Juan habla en el capítulo 13 de la última cena aunque no menciona en él la institución: “El pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo”. En otros versículos del mismo capítulo destaca claramente el simbolismo Eucarístico[9]. Relato de la multiplicación de los panes: “Jesús se sentó con sus discípulos”[10], como en la última cena; “estaba cerca la pascua”[11], la fiesta de la institución eucarística; “tomó los panes”, “dio gracias”, “los distribuyó entre los que estaban recostados”[12], esto recuerda tres momentos de la institución eucarística y justifica que podemos pensar que el capítulo seis de San Juan sea todo él eucarístico, especialmente los versículos 51-58. En estos versículos habla Jesús sobre la naturaleza de la Eucaristía y sus efectos como sacramento.

            La esencia de la Eucaristía la indica Juan por “comer mi carne” y “beber mi sangre”, estas fórmulas excluyen toda interpretación simbólica con las fórmulas: “el pan de vida”, “el que come de este pan vivirá eternamente”, esto indica como efecto de la Eucaristía la comunicación de vida. Por el rito eucarístico el cristiano se hace partícipe de la vida de Cristo y entra en comunión de vida existente entre Cristo y el Padre[13].

            En San Juan la eucaristía también es prenda de resurrección bienaventurada[14] y se ofrece a todos los hombres; la única condición es la fe en Cristo.

1. 3      En los Hechos de los Apóstoles[15]

            En los Hechos se menciona la “fracción del pan”. Se traduce con estas palabras una expresión hebrea que significa el acto con que se iniciaba todo banquete, esto es, la oración de alabanza, la división y distribución del pan.
            Este era el uso común del judaísmo palestinense para todo convite. Jesús ha usado también este rito de “dividir el pan” comenzando la comida común milagrosa en la multiplicación de los panes[16], y después en la última cena[17]. También San Pablo al comienzo de las comidas dividió el pan[18]. De este uso ha tomado el nombre toda comida ordinaria común que unía a los cristianos de las primitivas comunidades[19].

            La Eucaristía en los Hechos parece encuadrada en un convite fraterno[20]. El carácter de alegría que acompaña a la comida común y al convite eucarístico, no quita que éste tuviese al mismo tiempo un carácter sacrificial. El hecho de que se celebrase en el primer día de la semana[21], con alegría de carácter escatológico, propia de la esperanza del banquete mesiánico figurado y preparado por el banquete eucarístico, hace ver que los primeros cristianos unían la celebración eucarística con la resurrección-muerte y con la última venida de Jesús.

2. La Eucaristía culmina la alianza de Dios con los hombres

            Dios estableció en el Sinaí la antigua alianza con el pueblo de Israel. El se comprometió a llevarlo a la Tierra Prometida y el pueblo de Israel a no tener otro Dios que Yavé y cumplir su Ley. El pacto bilateral se rubricó con la sangre de animales[22]. Ante las repetidas violaciones del pacto por Israel a lo largo de su historia, Dios prometió una Nueva Alianza[23] para los tiempos mesiánicos, una Alianza que haría con toda la humanidad[24].

            Esta Nueva Alianza fue sellada con la sangre de Cristo como el mismo Jesús dice al instituir la Eucaristía, refiriéndose a Ex 24,8 y a Is 53,11: “Esta es mi sangre de la Alianza, que es derramada por muchos”[25]. Así Cristo se convierte en “el mediador de la Nueva Alianza”[26] en un sentido incomparablemente más elevado que Moisés, y la alianza es también mejor porque promete cosas más elevadas[27], en lugar de bienes materiales, promete “redención y herencia eternas[28].

            La Eucaristía fue instituida en un marco pascual, es decir, dentro de una Cena de Pascua, que recordaba la cena que los Hebreos habían celebrado en la noche misma de su liberación de la esclavitud de Egipto. Pero Jesús transformó el antiguo rito dándole un sentido nuevo.

            Jesús nos enseña que está a punto de morir, y que tendrá que sufrir mucho. Pero su vida la entrega en sacrificio por el mundo entero. La institución de la Eucaristía, bajo las especies de pan y de vino quiere expresar su muerte próxima. La separación del pan y del vino expresan la separación del cuerpo y de la sangre, es decir, la muerte. Las palabras de Jesús en Lc 22,19: “Este es mi cuerpo que se entrega por vosotros” nos manifiestan su pensamiento. Y lo mismo demuestran las palabras pronunciadas sobre el vino: “Este cáliz es la Nueva Alianza en mi sangre que va a ser derramada por vosotros” (Lc) o “Derramada por muchos” (Mc, Mt). Jesús no da sólo el pan y el vino en alimento, sino que da sobre todo su propio cuerpo y su propia sangre, la propia vida. Y la entrega al Padre como sacrificio expiatorio y de reconciliación.

            La fiesta de Pascua, en cuyo marco Jesús instituyó la Eucaristía, conmemoraba la alianza sinaítica y la liberación de Egipto. No hay duda que Jesús pensaría en ella cuando habla de la “sangre de la alianza”. Pero añadiendo “mi” sangre, da a entender muerte. Con ello se fundará una “nueva” alianza (Lc, 1 Co). Jesús derramará su sangre. De este modo dará la prueba suprema de amor con la que Dios demostrará que desea levantar la criatura caída. Dios lo ha enviado para ser el “Siervo que se sacrifica por sus hermanos”. Es el siervo de Yavé que sufre en lugar de los pecadores[29].

            La Alianza dice referencia al pacto entre Dios e Israel. La Alianza es siempre debida a la iniciativa benévola de Dios, que incluye un mensaje de salvación por parte de Yavé y de fidelidad por parte del pueblo elegido. La alianza de Cristo en la última Cena es la actuación del plano salvífico concebido por Dios y la entrada en vigor de la Nueva alianza que determinará definitivamente las relaciones entre Dios y la humanidad. En este sentido toma también el otro sentido de “testamento”[30], o sea, de la última voluntad con la que Cristo dispone de su sangre a favor de los hombres.

3. La Eucaristía cima de las relaciones amorosas de los hombres entre sí

            Además de la comunión espiritual, la Eucaristía realiza la unidad profunda de todo el Cuerpo Místico. La comunidad cristiana vive y subsiste porque Cristo vive y subsiste porque Cristo vive y está presente en ella, haciendo de tantos miembros un solo cuerpo, como dice San Pablo en 1 Co 10,17[31], con una extensión a la Eucaristía de la doctrina ya expuesta en la Carta a los Romanos sobre la Iglesia como cuerpo de Cristo.

            Por la comunión eucarística nace la fraternidad plena. El efecto de la Eucaristía “es la unidad del Cuerpo místico, sin el cual no hay salvación”[32].
            Esta unidad, es resultante de la participación de todos de todos los hombres. La Eucaristía, “sacramento del Amor”, es expresión suprema de caridad. Expresión del amor con que Dios nos previene y regala. Fuente del amor con que el comulgante ha de abarcar a todos los demás hombres. La vida cristiana tiene que reflejar necesariamente esa trascendencia de la caridad, que es el don más excelente de aquella, como recuerda también San Pablo[33].

            Como fuente suprema de caridad sobrenatural, la Eucaristía impone exigencias graves para la vida cristiana en el capítulo de las relaciones con los demás, dentro del cual se engloban las relaciones de justicia.

            La Eucaristía, al infundir en el cristiano la caridad sobrenatural, establece y ordena el dinamismo de esa caridad en su despliegue ascensional hacia Dios y en su desarrollo horizontal hacia los demás hombres. De la Eucaristía cabe decir lo que dice la Esposa del Cantar: “Me introdujo el Esposo en la bodega y ordenó en mí la caridad”[34].
            La última cena se desarrolla en un ambiente de amor y unidad. La Cena de Jesús fue celebrada, aunque ateniéndose a la cena pascual judía, en un ambiente más fraternal, como sugiere el relato de San Juan. Este viene a sustituir el relato de la institución de la Eucaristía por el lavatorio de los pies, rito de hospitalidad y caridad. En el relato Jesús comienza su discurso con el mandamiento nuevo, precepto del amor a la manera como nos ha amado Él[35], y concluye con una ardiente plegaria por la unidad de los suyos[36].

            San Lucas inserta en la narración de la Cena un relato en que se recomienda la caridad y la unidad -a propósito de la discusión de los discípulos sobre quién era el mayor, que Mt y Mc colocan después de la petición del Zebedeo[37]- y que refleja la perspectiva que también Lucas describe en la Cena[38]. San Pablo introduce el recuerdo de la Cena del Señor en un contexto de unidad y caridad y afirma que la comunión une a los cristianos con Cristo y entre sí[39]. Cristo resucitado también se aparece a sus discípulos cuando éstos se encuentran reunidos en torno a la mesa, lo que sitúa en ambiente de caridad[40].

            La Eucaristía es el centro de la unidad de los cristianos con Cristo y de los cristianos entre sí. Es el sacramento del amor, de la fraternidad y de la reconciliación. Todo lo cual tiene que reinar entre todos los cristianos y excluir toda división y enfrentamiento.

            La experiencia eucarística hace a los cristianos conscientes de la verdad de la mutua unión. Porque participan de un mismo pan, tiene una misma vida; porque comen el Cuerpo de Jesús, quedan constituidos en cuerpo de Cristo, del que no pueden ya separarse sin gravísima culpa. Unión personal, total, permanente, eterna con Jesús, y en El y con El con todos los demás partícipes del banquete sacrificial. Como fruto del sacrificio. En la unión de un vid con sus sarmientos, en la unidad del cuerpo con su Cabeza.

4. La Eucaristía anticipo de la situación definitiva

            La dimensión escatológica de la Eucaristía, la anunció varias veces Cristo en el discurso sobre el pan de vida que presenta el capítulo sexto del cuarto evangelio: “Yo soy el pan vivo bajado del cielo. Si uno come de este pan vivirá para siempre” (v. 51). “El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna y yo lo resucitaré el último día” (v. 54)[41].
            La constatan los textos eucarísticos: San Pablo añade a las palabras de la consagración: “Cada vez que coméis este pan y bebéis esta copa, anuncias la muerte del Señor hasta que venga”[42]. La frase “hasta que venga” se refiere a la segunda venida del Señor que constituye el centro de la vida cristina. Así el Apóstol nos presenta la Eucaristía como memorial de un hecho histórico pasado, la muerte y resurrección del Señor y como esperanza de un hecho futuro, la gloriosa venida de Cristo al final de los tiempos.
            Y como “esta noble contemplación del Cristo que murió y del Cristo que ha de venir está toda ella animada por el amor, la Eucaristía resume los actos de las tres virtudes teologales: la fe que recuerda la muerte redentora; la esperanza, que contempla la venida gloriosa, y la caridad, que se recrea en la presencia del Cristo invisible y presente”[43]

            San Marcos, a su vez, hace seguir a las palabras consecratorias esta afirmación de Cristo: “Yo os aseguro que no beberé ya del producto de la vid hasta el día en que lo beba de nuevo en el Reino de Dios[44]. La fórmula de Marcos, lingüísticamente más antigua que la paralela de Lucas 22,18.30, contiene una profecía de la muerte de Jesús, pero anuncia su victoria sobre la muerte. Al “ya no” seguirá un “beber de nuevo” en el Reino escatológico. La metáfora del banquete suele representar el reino mesiánico[45]. “Esta perspectiva escatológica del mundo futuro está sugerida por la fiesta de la Pascua misma; porque en la cena pascual no se rememoraba sólo, mirando hacia atrás, la liberación de Israel de la esclavitud de Egipto, sino que se eleva también la esperanza hacia la futura redención mesiánica”[46].

            Así lo entendieron la primitiva comunidad cristiana y el magisterio eclesiástico. Lucas afirma en Hch 2, 46 que los cristianos partían el pan por las casas y tomaban el alimento con “alegría”. La fuente de esta alegría es la unión con el Señor y también la certeza de la resurrección de Cristo, promesa y primicias de un futuro glorioso en que participarán los fieles. Y la Eucaristía tiene en este texto una perspectiva escatológica, como anticipación del banquete del Reino

            León XIII afirma que “el augusto sacramento de la Eucaristía es causa y prenda de la bienaventuranza y de la gloria; y esto no sólo para el espíritu, sino también para el cuerpo… Al cuerpo caduco y frágil aquella hostia divina le siembra la resurrección futura, ya que el cuerpo inmortal de Cristo siembra semillas de inmortalidad”[47].

            Y el Vaticano II constata que “El Señor dejó a los suyos prenda de tal esperanza y alimento para el camino en aquel sacramento de la fe en el que se convierten en el cuero y sangre gloriosos con la cena de la comunión fraterna y la degustación del banquete celestial”[48]. Como banquete nos da el gérmen y arra de la vida futura; como sacrificio de la Nueva Alianza nos garantiza los bienes celestiales del Reino que ella ha inaugurado.

Hna. Florinda Panizo
Bibliografía
AA VV, Biblia para la iniciación cristiana, NT-T. 1, Edita: Secretariado Nacional de Catequesis, Madrid 1977.
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Concilio VT II, Constitución Gaudium et Spes, n. 38, Editorial BAC, Madrid 1976.
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Garrido Javier, Relectura de las cartas de San Pablo 39, Ediciones Paulinas, Madrid 1987.
Juan Pablo II, Catecismo de la Iglesia Católica, Asociación de Editores del Catecismo, Barcelona 1993.
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León Xiii, Carta encíclica Mirae caritatis, Roma 1902.
Ubieta José ángel, Biblia de Jerusalén, Editorial Desclée de Brouwer, Bilbao 1975.


[1] El texto contiene los puntos fundamentales de la fe cristiana sobre el misterio eucarístico: institución de este sacramento por Jesucristo, presencia real del Señor, institución del sacerdocio cristiano, y carácter sacrificial de la Eucaristía.
[2] El concepto de memoria o conmemoración ha sido bien explicado por la investigación veterotestamentaria de los últimos decenios. Ante todo, es algo más que un mero recuerdo (subjetivo). Es un hacer objetivo, una acción festiva, que hace presente una acción del pasado y, de este modo, posibilita de nuevo el camino de acceso a la salvación. Una acción y conmemoración de este tipo es bastante parecida a lo que más adelante se designa con la expresión “sacramento”: una acción visible y simbólica, que causa lo que representa. Y así, el pan el vino son señales de la entrega de Jesús por sí mismo al sacrificio de la muerte y, a la vez hacen presente, de misteriosa manera, este mismo sacrificio, y reparten sus frutos entre aquellos que cumplen el mandato del Jesús.
[3] La Eucaristía es nuestra principal celebración, el recuerdo que se transmite de comunidad en comunidad, y que viene de Jesús mismo, de la reunión celebrada con sus discípulos la noche en que iban a entregarlo, la víspera de su pasión. Recordad las palabras y el rito que os dejé como la más preciosa tradición.
[4] La Iglesia realiza este misterio de lo plural en lo uno, signo de la vida de Dios. Por eso, el primer criterio que rige las manifestaciones carismáticas en nuestras celebraciones es el del bien común.
[5] La aplicación de esta doctrina a las circunstancias de los corintios (vv. 27-32) supone una inequívoca afirmación de la presencia real de Jesucristo en las especies de eucarísticas. Ésta es la razón de las disposiciones de alma y cuerpo, necesarias para acercarse a la Eucaristía, y de las graves consecuencias que tiene recibirla indignamente (vv. 27-29). Las divisiones y desavenencias son incompatibles con la recepción del Cuerpo de Cristo, pero también cualquier otro pecado grave: “Quien tiene conciencia de estar en pecado grave debe recibir el sacramento de la Reconciliación antes de acercarse a comulgar” (Catecismo de la Iglesia Católica, nº 1385; Cf. Codex Iuris Canonici, can. 919, 1).
[6] El término evangelios sinópticos es utilizado para hacer referencia a tres de los evangelios canónicos, en concreto los de Evangelio de Mateo, Evangelio de Marcos y Evangelio de Lucas, entre los cuales existen grandes afinidades.
El término sinóptico proviene de los formantes griegos συν (syn, “junto”) y οψις (opsomai, “ver”); la palabra “sinóptico” indica que los contenidos de estos tres evangelios pueden ser dispuestos para ser “vistos juntos”, bien en columnas verticales paralelas, bien en sentido horizontal. En 1766 J. J. Griesbach presentó su sinopsis sobre los tres evangelios, organizando las partes comunes entre ellos en un formato de columnas. El estudio de Griesbach ganó popularidad en el ambiente académico, lo que llevó a llamar a los 3 evangelios “los sinópticos”.
Las similitudes entre los sinópticos suscitaron el llamado problema sinóptico, es decir, la cuestión acerca de qué relación hay entre ellos. Existen varias hipótesis que intentan contestar a esta pregunta. En la actualidad la más aceptada es la teoría de las dos fuentes, según la cual los evangelios de Mateo y de Lucas se basaron en el de Marcos y en otra fuente desconocida, denominada fuente Q (por Quelle, fuente en alemán), consistente sobre todo en dichos de Jesús.
[7] Mc 14,24; Mt 26,26-28; Lc 22,19 ss.
[8] San Juan el Evangelista, a quien se distingue como “el discípulo amado de Jesús” y a quien a menudo le llaman “el divino” (es decir, el Teólogo) sobre todo entre los griegos y en Inglaterra, era un judío de Galilea, hijo de Zebedeo y hermano de Santiago el Mayor, con quien desempeñaba el oficio de pescador.
[9] Jn 1,15.
[10] Jn 6,3.
[11] Jn 6,4.
[12] Jn 6,11.
[13] Jn 6,56 ss. Los judíos lo entendieron todo materialmente. Es decir, no lo entendieron. Porque con esas palabras, esas acciones, esas “cosas” materiales, Jesús quiere comunicarnos una realidad a la que sólo llegamos por la fe: la necesidad de comer su propia carne y beber su propia sangre para tener vida en nosotros. Hoy comprendemos la clara alusión a la Eucaristía. Pero podemos preguntarnos, ¿creemos realmente lo que dijo Jesús? “si no coméis, no tendréis vida” No es posible llamarse cristiano y vivir sin la Eucaristía.
[14] Jn 6,54.
[15] Los “Hechos de los Apóstoles” es el nombre de un libro de la Biblia, el quinto del Nuevo Testamento. Probablemente su origen sea el mismo que el del Evangelio según San Lucas, con el que forma lo que se suele llamar el opus lucanum; de hecho el libro en su inicio manifiesta que es un segundo tratado. Sin embargo los textos se separaron antes de que se escribieran los manuscritos que nos han llegado hasta hoy día. Con esta separación se buscaba cultivar el conocimiento de los evangelios como una unidad de archivos sagrados, a los cuales los Hechos servían como una especie de apéndice. Es de un interés y valor históricos únicos: no hay ningún otro libro como éste dentro del Nuevo Testamento.
[16] Mc 6,41; 8,6.
[17] Mc 14,22; 1 Co 11,23-25. Junto con los textos de Mt, Mc y Lc, los vv. 23-25 de 1 Co, constituyen el cuarto relato de la institución de la Eucaristía que conserva el Nuevo Testamento. El texto contiene los puntos fundamentales de la fe cristiana sobre el misterio eucarístico: institución de este sacramento por Jesucristo, presencia real del Señor, institución del sacerdocio cristiano, y carácter sacrificial de la Eucaristía.
[18] Hch 27,35.
[19] Hch 2,42.46; 20,7.11.
[20] Hch 2,46. Los cristianos acuden al Templo de Jerusalén, porque es inicialmente uno de los centros de su vida litúrgica y de oración (v. 46). Sin embargo, no era el único lugar donde se reunían para la oración y el culto. Cuando el texto afirma que “partían el pan en las casas” (v. 46), se refiere probablemente a la fracción del pan apuntada antes (v. 42).
[21] Hch 20,7. En el v. 7 se encuentra la primera mención explícita en el libro de los Hechos de la costumbre cristiana de reunirse en el primer día de la semana para celebrar la Sagrada Eucaristía (Cf. 2,42; 1 Co 10,16. Después la mención aparece en muchos documentos cristianos.
[22] Ex 34,3-8.
[23] En Moisés la Alianza fue comienzo y anuncio. En Jesús llega a su plenitud. La sangre de Jesús, sacramentalmente presente ene l altar, entregada para el perdón de los pecados y la liberación de los hombres, es “la sangre de la Nueva alianza y eterna Alianza”. (Palabras de la consagración del cáliz en las cuatro Plegarias eucarísticas). La sangre de Jesús es ofrecida al Padre como sacrificio de acción de gracias y de comunión, para significar eficazmente que el amor une a los hombres con Dios y a éstos entre sí. La Eucaristía es el signo de la Nueva y Eterna Alianza.
[24] Jer 31,31 ss.
[25] Mt 26,28; Mc 14,24; Lc 22,20; 1 Co 11,25.
[26] Hb 12,24.
[27] Hb 7,22; 8,6.
[28] Hb 9,12.15. Jesús ha penetrado en el santuario del Cielo de una vez por todas, para llegar a la presencia de Dios. Y lo ha hecho con el sacrificio de su Pasión, en virtud de su propia sangre y a impulsos del Espíritu eterno de Dios. La eficacia de este acto permanece para siempre.
[29] Cf. Is 53,1-12. La figura del “Siervo de Yavé”, inocente, injustamente perseguido, mudo ante quienes le maltratan, plantea un agudo interrogante a esta convicción espontánea. El Siervo no abre caminos a la violencia, antes se esfuerza por cerrarlos; los rechaza claramente. Podría defenderse por la fuerza, pero no responde a la agresión con otra agresión. Con su silencio, intenta abrir los ojos al hombre y hacerle ver su situación. Carga con las incomprensiones, egoísmos, brutalidad y pecado de los hombres que los cierran en sí mismos y los apartan de Dios.
[30] Hb 9,16-17.
[31] Mediante la comunión con el cuerpo de Cristo los cristianos quedan unidos a Cristo y entre sí. La Eucaristía realiza la unidad de la Iglesia en Cristo. Cf. 1 Co 12,12.
[32] Dice San Julián de Toledo y Santo Tomás.
[33] Cf. 1 Co 13,1 ss. El himno a la caridad es una de las más bellas páginas de San Pablo; todo él va encaminado a cantar las excelencias del amor, y lo hace desde tres aspectos: superioridad y necesidad absoluta de este don (vv. 1-3); características y manifestaciones concretas (vv. 4-7); permanencia eterna de la caridad (vv. 8-13).
[34] Cf. Ct 2,4.
[35] Jn 13,14-15.34. Las palabras “como yo os he amado” dan al precepto un sentido y un contenido nuevos: la medida del amor cristiano no está en el corazón del hombre, sino en el corazón de Cristo (Cf. Mt 5,43-48).
[36] Jn 17,11.21. “Para que sean uno”. Es la petición de Cristo por su Iglesia, que debe ser una como el Padre y el Hijo son uno.
[37] Cf. Mt 20,25-28; Mc 10,42-45.
[38] Lc 22,24-30.
[39] 1 Co 10,16-17; 11, 17 ss. La copa sobre la cual pronunciamos la bendición, como Cristo en la última Cena (v. 16). Mediante la comunión con el cuerpo de Cristo los cristianos quedan unidos a Cristo y entre sí. La Eucaristía realiza la unidad de la Iglesia en Cristo (v. 17). Cf. 12,12.
[40] Lc 24,30.42-43; Jn 21,9-15.
[41] Jesús es el pan verdadero, ya como Palabra de Dios, vv. 32 s, ya como víctima ofrecida en sacrificio, por su cuerpo y su sangre, para la vida del mundo, vv. 51-58, Cf. 6,22. La palabra “carne” sugiere la relación entre la Eucaristía y la Encarnación: el hombre se alimenta del Verbo hecho carne, (Jn 1, 14).
[42] 1 Co 11,26.
[43] Cf. J. Leal, 1 carta a los Corintios, La Sagrada Escritura NT II, Ediciones Sígueme, Madrid 1962.
[44] Mc 14,25.
[45] Mt 8,11; 22,1-4; Lc 14,15 ss.; 22,30.
[46] J. Schmid.
[47] LEÓN XIII, Carta encíclica Mirae caritatis, sobre la Santísima Eucaristía, Roma 1902.
[48] Concilio VT II, Gaudium et Spes, nº 38.

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