jueves, 2 de mayo de 2013

¿DONDE ESTÁ TU HERMANO? (II)

GÉNESIS 37: LA DESCENDENCIA DE JACOB, HISTORIA DE JOSÉ

El conjunto de la historia de José representa, tal como está en la Biblia, la explicación magistral desde el punto de vista pedagógico de cómo Dios condujo los pasos de los antepasados del pueblo de Israel para obrar maravillas en ellos, rescatándolos de la esclavitud y haciendo de ellos un pueblo, el pueblo elegido de Dios. Y esta historia constituye, por su dramatismo y gracia, una perla de la literatura narrativa universal. En ella brilla maravillosamente la virtud del joven hebreo y los caminos de la Providencia, que utiliza la misma malicia humana para exaltar la fidelidad del justo.

El arte literario con el que está presentada finalmente la historia, no sólo no merma su valor histórico, sino que ayuda precisamente a comprender el verdadero significado de los acontecimientos que vivieron los padres de Israel, y nos muestra cómo la Palabra de Dios se expresa en un lenguaje que sabe cautivar la atención del lector. Jacob fija su habitación en la tierra de la peregrinación de su padre[1], en Canaán. Su historia entra externamente en un segundo plano para dejar paso a la historia de José.
Gen 37,2: Esta es la historia de los descendientes de Jacob. Diez veces a lo largo del Génesis encontramos esta misma frase. Ahora la emplea por última vez, situando al lector ante la parte final, la historia de la bajada de Jacob-Israel a Egipto: uno de sus hijos, José, fue vendido por sus hermanos y llevado a Egipto (cp. 37).

Gen 37, 3-4. La túnica de mangas largas asemejaba a un príncipe, preanunciando de alguna manera su futuro glorioso. Aunque el amor de predilección de Jacob por José se explica por causas, tras ello se descubre algo que aparece en toda la Biblia: cómo hay personas que gozan, por pura gracia, de una predilección de amor, también del amor divino, sin que esto signifique que el amor a los otros quede mermado. José, predilecto en el amor de Jacob, comienza así a ser figura de Jesucristo, el Predilecto del amor del Padre[2]. El pecado de los hijos de Jacob, como en cierto modo el de Caín[3], comienza por no aceptar tal predilección en el amor; desde ahí se convertirá en odio y envidia (vv. 8.11), y finalmente, culminará con el acto de deshacerse del hermano (v. 20). Cuando Satanás ha enseñado a los hombres a cometer un pecado, les enseña a tratar de ocultarlo con otro, a esconder el robo y el homicidio con mentiras y juramentos falsos: pero el que encubre su pecado no prosperará. Los hermanos de José ocultaron el suyo y lo hicieron mutuamente por un tiempo, pero su villanía salió a la luz finalmente, y aquí quedó publicada para el mundo.

Gen 37, 5-11. En la historia de José, los sueños tienen gran importancia (Caps 40-41). Estos no son, como en los capítulos anteriores, vehículo de revelaciones divinas, sino una manera de interpretar acontecimientos futuros. Sin embargo, a través de ellos se descubre la providencia de Dios que guía los acontecimientos.

El mismo Jacob queda sorprendido al darse cuenta del significado de los sueños de su hijo, y reprende a José pensando que aquello puede ser una pretensión infundada. Sin embargo, el patriarca permanece en actitud reflexiva, abierto a lo que pueda suceder aunque no lo comprenda todavía. Muy distinta es la reacción de los hermanos de José, quienes, pretendiendo hacer fracasar el anuncio contenido en los sueños, actúan perversamente. Pero Dios sabrá sacar de aquel mal un gran bien para todos ellos, y llevar a cabo su plan providencial precisamente a través de aquel comportamiento injusto.

Bajo los sueños narrados en este pasaje, San Ambrosio ve reflejada «la futura resurrección de Cristo, a quien, cuando le vieron en Jerusalén, lo adoraron los once discípulos, y a quien adorarán todos los Santos cuando resuciten llevando los frutos de las buenas obras, como está escrito: Vienen con alegría llevando sus gavillas»[4] (De Ioseph 2,7).

Gen 37,12-36. Este episodio muestra el horrible crimen que representa matar al hermano, y la sucesión providencial de los acontecimientos para que José llegue a Egipto. En el relato posiblemente se hayan recogido dos tradiciones distintas: en una se resalta la intervención de Judá (v. 26), y en otra, la de Rubén. La verdadera clave de los acontecimientos viene al final de la historia: Vosotros -dice José a sus hermanos- planeasteis el mal contra mí, Dios lo planeó para el bien (50,20).

Gen 37,36. Putifar es el mismo nombre que aparece en Génesis 41,45.50 y 46,20 como sacerdote del dios en Heliópolis, y con cuya hija se casaría José. Se trata ciertamente de un nombre egipcio que se encuentra atestiguado en una estela del siglo XI a. C. (dinastía XXI).

2. Nuevo enfrentamiento entre hermanos
El de Caín y Abel fue el primero. También esta vez la envidia maquina el crimen. Jacob pagará su preferencia. José su indiscreción, porque Dios, esta vez como siempre, sigue sin aceptar que los buenos se alejen y olviden a los malos. José, probado por la vida, perdonará a sus hermanos. Por eso es figura de Cristo.

A la luz de todo el conjunto se ve cómo se cumple el plan de Dios: «José -comenta San Gregorio-, fue vendido por sus hermanos porque no querían venerarlo; pero así precisamente llegaron a reverenciarle, porque fue vendido (…). De igual forma, cuando se quiere evitar la voluntad divina, entonces se cumple»[5].

¡Pareciera que los malos hermanos se salieron con la suya; los mercaderes, a los que no les importa con qué comercian con tal de ganar, también han conseguido lo suyo; y Putifar, también ha logrado lo suyo, teniendo un excelente y joven esclavo! Pero los designios de Dios, por estos medios, están listos para ser ejecutados. Ese suceso acabará en el descenso de Israel a Egipto; y eso termina en que tendrán que ser liberados por Dios para lo cual realizará grandes prodigios que dará a conocer su infinito poder y gloria, siendo ocasión de que todos los pueblos de la tierra reconozcan al Dios de Israel como el único Dios verdadero que puede salvar a todos los hombres.

En las relaciones fraternas es muy importante el reconocimiento recíproco del otro. La Escritura nos enseña que en la relación fraterna, si nosotros queremos crecer de verdad, Dios nos da tiempo, -como se lo dio a José y a sus hermanos-, nos da toda la vida para que podemos crecer en nuestras relaciones, ya que toda ella está llena de oportunidades: para solucionar conflictos, para solucionar tensiones, para entablar relaciones sanas, para crecer en esta reciprocidad. Capacidad de ir al encuentro del otro, reconociendo su primacía, aunque sea el último. Reconocer la primacía del otro es muy importante. Nuestra fraternidad crece si sabemos ceder la precedencia el uno al otro, cuando nos reconocemos de verdad el uno en el otro, porque ahí es donde nos intercambiamos nuestras diferencias como don recíproco.

Para aprender la fraternidad, la Escritura nos dice que hay otra dimensión importante que nos ayuda a realizar este camino de construcción real, concreta, de la fraternidad, y es el reconocimiento del Padre y del amor por el Padre. Jesús nos enseña que Él es el Hijo que enseña a sus discípulos cómo tienen que actuar y portarse como hermanos. El reconocimiento de Dios como Padre, de Jesús como Hijo, debe hacer que se construya una realidad de hermandad, de fraternidad, que nos permita ir más allá de las dificultades. Este es un principio fundamental presentado en la Biblia.

José es símbolo de la vida de Cristo que primero fue humillado y luego exaltado. También muestra la suerte de los creyentes que deben pasar por muchas tribulaciones para entrar al Reino. Es una historia que no tiene igual, en que exhibe variadas formas de obrar de la mente humana, tanto para el bien como para el mal, y la providencia singular de Dios al hacer uso de ellas para cumplir sus propósitos.

Del ejemplo negativo de los hermanos de José, podemos aprender: que la envidia ciega al hombre y le hace capaz de grandes crímenes. Dios quiere que tengamos en consideración al hermano, también cuando su indiscreción nos hace daño, como en el caso de José. Este pasaje nos ayuda a abrir los ojos y ver cómo podemos superar las dificultades que implican las diferencias entre hermanos. La fraternidad se descubre en la medida en que buscamos las posibilidades de intercambiar, compartir, aceptando al otro como es y no tratar de eliminarlo porque es diferente a nosotros.

¡Es tan hermoso ver a los hermanos unidos en el amor del Padre! Que es como decir lo del salmo 133: ¡Ved que dulzura y que delicia convivir los hermanos unidos!

 Hna, Florinda Panizo
BIBLIOGRAFÍA
Bover J. María, Cantera Burgos Francisco, Sagrada Biblia, BAC, Madrid 1961.
Colunga Alberto, García Cordero Maximiliano, Biblia comentada I, Pentateuco, BAC, Madrid 1960.
Bringas Antonio, Biblia para la iniciación cristiana, Antiguo Testamento, Editado por Secretariado Nacional de Catequesis, Madrid 1977.
Bringas Antonio, Biblia para la iniciación cristiana, Nuevo Testamento, Editado por Secretariado Nacional de Catequesis, Madrid 1977.
Casciaro José María, Sagrada Biblia, Antiguo Testamento, Pentateuco, Ediciones EUNSA, Pamplona 2010.
De Tuya Manuel, Biblia Comentada II Evangelios, (Texto de Nácar-Colunga), BAC, Madrid 1964.
León Dufour, Xavier, Vocabulario de teología bíblica, Editorial Herder, Barcelona 1973.


[1] Génesis 17, 8; 28, 4; 36, 7.
[2] Mc 1,11.
[3] Gen 4,5.
[4] Sal 125,6.
[5] S. Gregorio Magno, Moralia 6, 18,29.